martes, 18 de septiembre de 2012

Las aguas bajan claras

Este relato es continuación de "Abrirse a lo nuevo".

Últimos días de noviembre, la primavera en su esplendor iba preanunciando el verano. Mis clases habían terminado, y me encontraba en vacaciones hasta marzo, momento en el cual empezaría la universidad. Mi padre acababa de cumplir los años, 48 ya. Decidimos festejar ambos gratos acontecimientos (mi graduación y su cumpleaños) yéndonos cuatro días a la playa. La decisión era correcta, habida cuenta que yo tal vez en el verano quisiera viajar con mis amigos, y que él había decidido festejar su cumpleaños en una reunión de gente mayor, a la que por aburrimiento desistí de ir. Ahora, en cambio, nos teníamos el uno al otro, y estábamos a nuestras anchas. Y a nuestras largas, y a nuestras cortas también.

¿Para jugar al tejo en la playa? Sí, puede ser. ¿Para meterse en el frío mar? También. ¿Para salir y cenar a la noche? También. ¿Para hablar de nuestras vidas, y mi próximo ingreso en la Universidad? Desde ya.

Pero no sólo eso. Para tener el caliente y salvaje sexo que solíamos tener siempre. ¿Con mujeres? ¡No!¿Con otros hombres? ¡Tampoco! ENTRE NOSOTROS. Sí, practicaríamos incesto como posesos, como hacía casi un año que hacíamos. Pajas, mamadas, folladas, ahora en exclusiva en cuatro días, con absoluta libertad para delirar y sin ajustarse a horarios ni despertadores.

Llegamos a la casa que había alquilado mi padre; un modesto chalet de 2 ambientes, con un living, un cuarto, una cocina, un baño, y un pequeño patio delantero, a una cuadra de la playa. Tras decirle someramente al encargado que yo dormiría en el sillón del living (no había necesidad de aclararlo, pero simplemente, el terror a que lo nuestro se descubra a veces lo perturba y lo hace hablar demás), cerramos la puerta y dejamos el bolso en el suelo. Un solo bolso, puesto que eran cuatro días, y en la playa no se usa mucha ropa, y además... menos si se va a coger.

-¿Te gusta la casa?- me preguntó mi padre.
-Linda, sí...- dije, sin prestar mucha atención. Era funcional, con eso alcanzaba.
-Dejemos las cosas en la pieza- dijo él. Agarró el bolso, yo una mochila, y fuimos hasta el cuarto, que tenía una vieja cama matrimonial.

-¿Esto crujirá mucho?- me preguntó lascivamente mi padre, hablándome al oído.
-Hay que ver...- alcancé a responder antes de que me abrazara.
-Ah, oh, hmm, uf- me jadeó él. Me estaba abrazando por atrás, y comenzaba a mover su pelvis frotándola contra mi trasero. Puso una mano en mi pija. Me calenté.
-Qué bien la vamos a pasar acá, bebé, síiiii- siguió suspirando- Preparate porque de acá no vas a salir con el culo sano, eh.
-Pará, pará, me meo...- le dije. Era cierto, me venía aguantando todo el viaje, y si bien es cierto que no veía la hora de que mi viejo me sodomizara como el mejor, en estas condiciones no aguantaba más.
-Yo también, te acompaño al baño, hijo- dijo, besándome y sin soltarme. Estas mini vacaciones iban a estar muy ajetreadas...

Nos pusimos a mear, parados uno al lado del otro. Como dos hombres comunes y corrientes mean, apuntando hacia adelante y abajo. No hay mayor ciencia en hacer pis si se es hombre. O al menos, eso pensaba yo...

Estaba pensando en mandarle un mensaje de texto a mi madre para avisarle que había llegado bien, cuando siento un líquido caliente golpéandome en el costado. Miro sorprendido, y más sorprendido contemplo a mi padre, apuntando su chorro de orina directamente a mi cuerpo, con una pícara sonrisa, evaluando la situación. Noto que retiene el chorro, esperando tácitamente una respuesta.

Nos quedamos mirando. Yo sentía una cierta repulsión, pero la verdad es que no me había disgustado. Y mi padre desnudo, con esa sonrisa y esa pija, opera maravillas en mí... me di vuelta, le di la espalda, y seguí orinando. Él entendió el mensaje, y a los dos segundos, sentí nuevamente el chorro cálido recorrerme toda la espalda, pues evidentemente estaba moviendo y dirigiendo su pija a voluntad, como si me estuviera pintando. Terminó finalmente de orinar.

-Date un baño- me dijo, dándome un beso. Comprendí que la nueva diversión me iba a implicar pasar mucho tiempo en el baño.

Me di una ducha rápida, pasándome abundante jabón por la espalda, y cuidando muy bien de no oler a orina. Cuando consideré estar listo, salí de la ducha, me sequé con una toalla, y salí desnudo al living. Vi que mi padre estaba en la cocina, bebiendo agua directamente del pico de una botella, y tocándose la pija. Noté que tendía a tomarse la botella entera.

-¿Tanta sed tenías?- le pregunté.
-No- me responde él, quedamente.
-¿Y entonces por qué tomás tanto?
-Me extraña esa pregunta en un chico inteligente como vos. Quiero llenarme de líquido así puedo volver a mearte- dijo como si fuera lo más común del mundo.

Conque esas teníamos... fui a la pieza a desarmar el bolso, y a esperar que los dos litros de agua surtan su efecto. Él vino atrás mío, y tras desarmar el bolso en cinco minutos, me agarró y nos tumbó en la cama. Comenzó a refregarse sobre mí, jadeándome al oído y lamiéndome la cara. Adoro cuando hace eso, así que me dejo. Puedo estar horas así, sintiendo su cuerpo sobre el mío, moviéndose, desahogando esa lascivia tan particular que lleva...

-Che, ya está, me meo de nuevo- me dijo. No deja de sorprenderme su naturalidad a la hora de proponer cosas impensables para el resto de los mortales.

Nos levantamos y fuimos al baño. Me senté en la taza del inodoro. Él se agarró la pija y la apuntó a mí.

-En la boca, no- consideré prudente aclarar. No me aminaba a tanto...
-No hay drama. Ahi, ahí, ahí va... sss- dijo relajado.

El orín empezó a salir veloz y fuerte, e impactó en mi torso. Estaba caliente, y era más bien transparente, por todo el líquido que había tomado. Comenzó a impactarme en las tetillas y el torso, bajando y subiendo por el pecho y el estómago, para finalmente hacer una subida hasta el cuello y finalizar con un chorro débil sobre mi propia pija, que comenzaba a pararse fruto del morbo de la situación. Mi padre se arrodillo y me besó en la boca, única parte intacta.

-Bañate- dijo, divertido. Era la segunda vez en menos de dos horas. Me pregunto si no lo excitaría más la idea de tenerme constantemente bañándome que el meo en sí.

Nuevamente me duché cuidadosamente, y salí. Estaba masajeándose el pene, desnudo, boca arriba. Eso sólo podía significar una cosa: sexo.

Comenzamos a besarnos en la cama. Comencé a masturbarlo, él también a mí. Se la chupé, el hizo lo propio  conmigo, y finalmente, me dio vuelta, me dejó boca abajo, y comenzó a chuparme el culo. Insertó rápidamente el dedo en mi ano, luego otro. Los retiró, se puso el preservativo (habíamos traído una caja de 30... para 4 días; nos había parecido un exceso, pero lográbamos siempre superarnos...), se untó lubricante (tres pomos habíamos llevado), y finalmente me penetró.

Comenzó a cogerme bastante rápido. La cama, como habíamos predicho, crujía bastante, aunque no lo suficiente como para tapar los gemidos.

-Ahh, ahh, sí, sí, sí, nene, nene, más, dale, ay, ahhh, ahhh, sí, te quiero, sí si sí- decía él, que simulaba un serrucho sobre mi cuerpo con sus movimientos.
-Ahm ahm, papá, sí, si, por Dios, ah ah ah, seguí, sí, más, dame dame- le pedía yo, completamente abierto a  su herramienta.

La cogida fue relativamente breve, y a los diez minutos, él sucumbía desplomándose sobre mí, mientras yo sentía su pija latiendo dentro mío. Tomó aire, la sacó, se sacó el preservativo, y se tumbó sobre la cama.

-¿Me hago la paja y vamos a la playa?- le pregunté. El día estaba lindo, serían las diez de la mañana.
-Esperame cinco minutos y vamos- me contestó él, aún recuperando el aire.

Por supuesto, los cinco minutos concluyeron con él abalanzándose arriba mío, besándome, y diciendo "¿Otra rapidita?". Y como fuera concedida la rapidita, esta vez yo boca arriba, y él clavándose, apoyándose con los brazos sobre la cama, y moviéndose más rápido aún que antes, sin duda para terminar rápido. A los quince minutos sucumbía nuevamente, no sin antes tener la amabilidad de pajearme para que acabara junto con él. Oh, delicias del sexo...

Una nueva ducha rápida, y a la playa. No había casi nadie, porque la temporada comenzaba en diciembre. Pasamos el día hablando, especialmente de mi ingreso a la Universidad: los miedos, las esperanzas, las dudas, las dificultades, las perspectivas... a veces no puedo creer que tras esta faceta de padre e hijo "normales" se monte toda la lujuria que nos envuelve...

Al atardecer volvimos al departamento, y tras un nuevo baño, salimos a caminar por las casi desiertas calles del pueblo, que se aprestaban para la temporada. Nosotros llegábamos antes del aluvión, como esquivándolo. Y un poco en eso se basaba nuestra relación, en esquivar al mundo, la moral, los códigos, los tabúes... cogíamos cuando el resto dormía la siesta, nos la chupábamos cuando el resto veía fútbol, nos masturbábamos mientras los vecinos cocinaban, nos franeleábamos a la hora de estudiar... siempre desacompasados, y por eso tan felices.

Volvimos a la noche, tras cenar, y nos fuimos a acostar. Nuevamente, sentí su erección, y tras la acostumbrada serie beso-paja-chupada-chupada de culo-dedo, volvió a penetrarme, esta vez suavemente, como quien tiene todo el tiempo del mundo para lo que está haciendo. El sudor comenzó a apoderarse de nuestros cuerpos, yo particularmente, aplastado bajo su cuerpo y contra la almohada y la cama, estaba hirviendo, mientras aguantaba sus mansas embestidas.

-Ah, ah, ah,oh, oh, ahhhhhh- dijo suavemente, mientras se iba en mí, ya por tercera vez en el día. Se separó, y finalmente me liberó. Respiré, me abaniqué con la sábana, y al refrescarme un poco, lo besé, indicándole por gestos que era mi intención penetrarlo. Accedió finalmente, y se puso a cuatro patas. Tras dilatarlo con una ración extra de lubricante (siempre hay que usar más con él, ya que tiene mucha menos experiencia que yo en esas lides), finalmente se la metí. Y así cabalgándolo estuve un buen rato, hasta que yo también me vine en su interior, con un potente orgasmo retumbando en su cavidad. Se la saqué, y ahí sí, dormimos.

La mañana siguiente comenzó con una chupada mía, mientras él leía un diario local y desayunaba un yogurt. Justo al llegar a la sección de "Policiales", se produjo su orgasmo, que me inundó de semen la boca.
-¿Todavía querés yogurt?-me preguntó, ofreciéndome lo que le quedaba. Pregunta sarcástica, claramente no quería más.

Luego al ponerme la malla de baño, me abrazó de atrás y comenzó a masturbarme velozmente. Haciendo caso omiso de mi solicitud de ir a la pieza o al baño, siguió pajeándome en el living, ratificando su tenacidad con un fuerte apretón que me impedía moverme. Por supuesto, mi escasa resistencia derivó en un orgasmo mío, que salpicó el piso, justo lo que yo quería evitar.

-Despues lo limpio- dijo él.- Vamos a la playa- A veces pienso que si no fuera por su tenacidad, nada de esto estaría ocurriendo.

-¿Cómo fue que se te ocurrió estar... digo, ejem... eh... eso, estar conmigo?- decidí preguntarle en la playa, en medio del chirrido de las gaviotas. Siempre había tenido curiosidad por el origen de esto...
-Mirá, yo siempre fui hetero, y de hecho, me siguen gustando las minas... pero qué sé yo... creo que se mezclaron varias cosas...- respondió él.
-¿Cómo cuáles?
-Cuando vos me dijiste que eras gay, me preocupé, y me enojé, no podía ser que mi único hijo, y varón lo fuera... y tras varias peleas con vos, que ahora agradezco, entendí que no estaba mal, si eso te hacía más feliz.
-Ta. ¿Y lo otro?
-Uy, lo otro... en enero, cuando te dije de pajearme, ya hacía seis meses que no estaba con nadie. Mucho, yo siempre tuve mucha actividad sexual, como verás, no puedo dejar de ponerla, jeje- rió vulgarmente, buscando la complicidad que ya tenía. Me toqué instintivamente el culo.
.¿Entonces?
-Y, un día pensé, y dije, ¿cómo será que hace el resto de la gente? ¿Cómo hacen los tipos entre sí? Y ahí pensé en vos... o sea, me imaginé que vos tenías sexo con otros, cosa que no sabía, ya que casi no hablábamos...
-Etapa superada- dije yo, esquivando el consabido reproche. Ahora tampoco hablábamos mucho, pero cómo hacíamos...
-Y al principio era inocente, era más bien curiosidad, algo tan distinto a lo que estaba acostumbrado... pero un buen día, hará un año ya, sin querer me toqué la pija mientras te imaginaba, y se me paró.
-¿Sí?-
-Sí... y me sentí mal, muy mal, un perverso, pero no pude olvidarme de eso. Y a las dos noches, soñé que me pajeabas.
-Guau.
-Y me levanté muy caliente, y ya no pude volver a dormir... y al día siguiente no podía dejar de pensar en eso, y a la noche, cuando llegué a casa... bueno, me la toqué y... listo, no lo pude evitar, me hice la paja pensando en que vos me la hacías a mí... y acabé, por Dios, cómo acabé, te juro, hijo, como un animal, y cómo quise que eso fuera real.
-¿Y qué hiciste?
-Me sequé la leche, y mientras lo hacía, me sentí tan mal, tan mal, que me tomé algo para dormir y olvidar.
-¿Y por qué no te fuiste de putas?-le pregunté. Siempre me había intrigado por qué había elegido un camino tan complicado para resolver algo tan fácil...
-Lo pensé, pero ya estaba muy obsesionado. Y cada fin de semana que venías a casa, era una tortura, verte,   tan frío además, tan distante, y yo queriendo tanta cercanía, el colmo de la cercanía, qué mayor intimidad que que te toquen la pija...
-¿Y entonces?
-Busqué en Internet una solución. No quería sentir más esto, eso que pasaba, y pensé, bobamente, que en algún lugar alguien diría algo, en Internet hay de todo.
-¿Y encontraste?-le pregunté, curioso. ¿Habría una "cura" contra el incesto gay? ¿Para qué además, si estaba buenísimo?
-Hmmm... poco y berreta. Pero lo increíble es que encontré páginas de incesto gay a rolete. Y entré, y vi, y leí, r y vi cómo los padres se cogían a los hijos, y estos se la chupaban, y como todo el mundo la pasaba de puta madre... y si bien seguía teniendo culpa, supe que tenía que probar.
-¿Y cómo te decidiste a hablarme?
-Uf... pasó el Año Nuevo, volví de festejar, y ahí me sentí tan triste, tan solo... me hice tres pajas imaginando que te cogía... y ahí pensé que ya estaba, que peor la cosa no podía ser... vivir así era una tortura, y decidí hablar con vos. Si todo salía mal, terminaría en cárcel, o en el psiquiátrico, bueno, ahí vería... pero vivir en esa falsa libertad en la que estaba yo, deseando un imposible, sin saber por qué...
-Aha.
-Y un poco me jugué a que a vos te gustara. Sabía que eras gay, y bueno, por muy repulsiva que te pareciera la idea, tal vez te tentara probar conmigo. Por eso, pensé en pedírtelo como un favor, como un intercambio, mi placer por una experiencia. Sabía también que estabas acostumbrado a verme desnudo, y por eso, quise generar familiaridad...
-Valga la redundancia- dije yo, riéndome.
-Valga. Y cuando te lo pedí... uf.... nervios a morir... hasta pensé en obligarte si te negabas. Pero después supe que no te ibas a negar.
-Pero si te dije que no...
-Pero no te fuiste, ni gritaste, ni me pegaste, ni llamaste a tu madre. Nada, solamente te quedaste en la habitación, te fuiste a bañar, sabiendo que eso me provocaba, y te quedaste a dormir. Era cuestión de tiempo. El sí ya estaba. Y el resto es historia conocida.

Nos quedamos mirando el mar tras ese diálogo. El día pasó en armonía, bastante silencio. A la noche nos quedamos viendo la vieja televisión, y finalmente, tras una escueta cena, fuimos a la cama, donde tuvo a bien montarme dos veces seguidas, antes de caer dormido.

La mañana siguiente comenzó igual que la anterior, una chupada mía y una paja suya. Fuimos a la playa y nos pasamos mucho tiempo en el mar, disfrutando de la primavera y el sol. A la tarde, decidimos andar en bicicleta por los campos cercanos.

Habríamos pedaleado una hora y media, por varios caminos de tierra, hasta que llegamos a un auténtico páramo. Cañas, tierra, polvo, un granero abandonado, y muy a lo lejos, una ruta donde se veían como minúsculas manchas los autos. Decidimos hacer un alto.

-Haceme la paja- dijo sorpresivamente mi viejo.
-¿Qué? ¿Ahora?
-Sí, dale, no doy más.
-Pero... ¿acá?
-No, en el Sheraton. Dale, hacémela.
-Pero nos pueden ver.
-¿Quién nos va a ver? No hay nadie.
-Pero puede aparecer.
-Lo único que hay es la ruta al fondo, y esto está abierto, se ve venir todo.
-¿Y si aparece de atrás?
-Se escucha venir. Dale, no seas zonzo, hacémela. Parate al lado, acercá la bici, y hagamos de cuenta que estamos viendo un mapa o algo así. Perá que me bajo la malla.
-No, papá, me da miedo.
-Dale, hijo, hacemela. Yo miro si viene alguien. Si hay que cortar, salgo perdiendo yo. Por favor. Animate.

Dudé, él, tenaz como siempre, se bajó apenas la malla descubriendo su falo erecto. Me asusté y me acerqué. Se la agarré y empecé a pajearlo rápido. Me gustaba y me asustaba mucho la situación, así que preferí terminar rápido.

-Dale, viejo, terminá ya- le dije.
-Pera, tranquilo, no pasa nada. Calma, relajate. Ah ah ah.
-Shh, no jadees.
-Tch, tranquilo.

Finalmente acabó, y su esperma regó el seco suelo.

-Acá va a crecer una plantita- dijo mi padre. Me pregunto quién se creerá que es. Emprendimos la vuelta ya que empezaba a anochecer.

Esa, nuestra última noche en la playa, fuimos a un concierto en un restaurant. Al volver, mi padre compró una gran botella de agua de dos litros. Ya sabía para que era....

Al volver, y tras armar someramente el bolso, nos desnudamos, me llevó al baño, y me hizo acostar boca abajo. Él se tumbó arriba mío, y sentí su orina entre ambos cuerpos, uniéndonos cual lazo líquido y esparciéndose por el suelo del baño. Nos bañamos juntos, y concluimos la noche con tres regias folladas, dos a mí él, y una a él yo.

Finalmente, al último día, tras un glorioso 69, nos pusimos a ordenar y limpiar el enchastre que era la casa, con tanta orina, semen, preservativos y papel higiénico por doquier. Él me ofreció seguir limpiando y que yo fuera a la playa, cosa que hice.

Se me unió casi al mediodía. Permancecimos allí hasta la tarde, nuevamenente hablando zonceras, hasta que volvimos. Una nueva paja mutua rápida, una breve comida en una rotisería, y al micro de vuelta. Al sentarnos en el asiento, cómplicemente, le rocé la pija, que noté erecta. Nos sonreímos, miramos por la ventanilla el pueblo que se alejaba, y emprendimos regreso a la gran ciudad.

El verano se acercaba, y con él, las Fiestas y mi cumpleaños. Nuevas aventuras parecían esperarnos.

Hasta entonces.