viernes, 12 de diciembre de 2025

Viento a favor

Siempre es mejor con viento a favor. Lo que conviene, y es más grato, es ir caminando primero con el viento en contra, soplando en la cara y planteando dificultades, para después volver con el viento a favor, aprovechando el empuje que llega desde atrás y ayuda cuando la energía disminuye por el cansancio.

Así caminamos papá y yo en esta tarde ventosa en la Costanera. Es nuestra última tarde libre de estas mini vacaciones "en la ciudad" de cinco días que nos tomamos. De jueves a lunes, sin obligaciones, con tiempo solo para nosotros. Hemos viajado otras veces, pero nos apetecía quedarnos en casa, disfrutando un poco la pausa.

El primer día fuimos a museos. El segundo nos quedamos en casa (en la cama) a la mañana, y a la tarde fuimos a un espectáculo en un observatorio y a cenar. El tercer día caminamos por los barrios, almorzamos y merendamos afuera y a la noche brindamos en casa. Incorporamos dosis moderadas de alcohol en algunas oportunidades, porque hace todo más divertido.

El cuarto día, después de una mañana muy confortable en casa, salimos a caminar largo y tendido, pero por el barrio. Y el quinto y último, elegido estratégicamente como hábil, vimos una película a la mañana, almorzamos ligero y salimos a pasear. Pero no a cualquier parte.

A la costanera, con poca gente pues era lunes. Un gran camalotal medio encallado entre unas construcciones belle epoque, que conocieron tiempos mejores. Mucha vegetación, mucha agua, algunos senderos, muy cerca del cemento y lo arquitectónico.



Es una tarde ventosa, casi que a propósito. La brisa es soportable pero perceptible, se siente. Siguiendo el consejo de papá -cuántas cosas me enseña- comenzamos a caminar en contra del viento. Me entrego a la brisa y la dejo actuar en mí.

Recuerdo que paseábamos aquí cuando yo era chico y vivíamos cerca. Después nos mudamos, volvimos alguna que otra vez hasta que las cosas cambiaron. Mis padres se divorciaron, yo tomé partido por mi madre, la relación se puso tensa. Es algo que, igual que el viento en contra, debe suceder necesariamente.

Después el viento cambió y se puso a favor. Cuando parecía que no había sino un eterno presente tedioso, se hizo el campo orégano, la pendiente se volvió amable y el paseo se puso divertido. Explorar, aprender, confiar. Y después de un tiempo, sentir.

Disfrutar estar juntos, compartir un código, elegirse. 

El viento sigue contrario. Recuerdo entonces la vergüenza primero, el miedo después, la curiosidad tercero y por último el placer. Me concentro en la vergüenza y el miedo. La primera barrera fue la cercanía. La segunda, sentir que quería. El miedo vino con lo que yo sentí era una entrega total, que si bien fue un rito doloroso al principio y soportado para darle placer a él, se convirtió en un acto de unión que después ya no pudimos ni quisimos dejar de repetir.



Algunas cosas cambiaron.

En ocasiones, tomamos alcohol porque nos desinhibe. No que estemos inhibidos (cómo estarlo), pero resulta divertido. Nos pone juguetones.

Incorporamos también apoyo audiovisual, y a veces nos inspiramos. Me concentro, en esas ocasiones, en darle todo el disfrute que me pide.

Accedí a su pedido de cabalgarlo a veces. Yo siempre prefiero que se mueva él, pero hay momentos donde sé que busca sentirse deseado, buscado, y entonces yo le salto para demostrarle cuánto me gusta. Tenemos dos variantes: de frente cuando estamos más sensibles, y de espalda cuando lo noto caliente y entonces me doy vuelta para que él se concentre en esa parte suya del cuerpo que nos encanta usar.



Otras cosas, en cambio, siguen igual.

La frecuencia se redujo un poco a causa del paso del tiempo, pero es alta. Estas mini vacaciones, cinco veces en sendos días. Siempre que estuvimos en casa, varias veces elegimos quedarnos para hacerlo. 

Mantenemos también los forros. Por convicción higiénica que aprendimos a disfrutar. Yo siempre me quedo mirando cómo se lo pone, porque es el gesto que lo revela en su masculinidad, en su lujuria y en su amor. 

Yo mientras tanto me pongo el lubricante, a veces le muestro cómo lo hago, para hacerle saber que espero recibirlo. 

Nos encontramos, con algo suyo dentro mío. Sentimos cosas distintas con partes distintas del cuerpo, pero nos une las ganas de estar juntos. 



Y ahí es cuando el viento sopla a favor. Cuando somos uno, cuando nos animamos como ahora a un oral al aire libre, sabiendo que hay poca gente pero alguien puede haber. Él decide que lo va a disfrutar con tiempo, aunque sea la principal variable en contra. Me hace ir lento, detallado, me dice que es una golosina para comer despacio. Reprimo el miedo, como él me enseñó a hacer tantas veces, y busco darle lo que me pide, mientras me voy contagiando de su placer. Resuelve regalarme un éxtasis para que yo aprecie su gratitud y gozo. Me siento uno con la naturaleza que nos rodea.

Nos alejamos de la costanera mitad cemento mitad naturaleza, compasivo testigo de varias escenas de nuestra película.












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